En la antigüedad la forma de tomar una ciudad era asediándola, ya que las ciudades estaban amuralladas, y su fin era poder defenderse de los ejércitos enemigos. La única manera de poder tomar la ciudad, era sitiándola. El asedio consistía en rodear la ciudad por un tiempo prolongado con la finalidad de cortar los suministros que abastecían dicha población de agua, alimentos y comunicación con otras poblaciones amigas que pudieran venir en su ayuda. El objetivo del ejército enemigo era la conquista mediante la fuerza o el desgaste de dicha localidad.
Había cuatro cosas que podían suceder en el asedio
1- Los defensores podían romperlo sin ayuda de afuera, en cuyo caso se decía que habían mantenido la posición.
2- Si los defensores lograban vencer gracias a la ayuda del exterior, se decía que se había levantado el asedio.
3- Si el asedio finalizaba con los atacantes tomando el control de la ciudad o fortaleza asediada pero los defensores lograban escapar, se decía que la ciudad había sido evacuada.
4- Si los atacantes salían victoriosos y lograban destruir o capturar a los defensores, se dice que la ciudad o fortaleza asediada había caído.
En Hebreos 12:1 podemos ver también lo que asedia nuestras vidas y que ese asedio tiene la finalidad de impedir que sigamos avanzando y logremos realizar nuestros sueños. Habla de dos cosas: el peso y el pecado. Aquí cuando habla del peso esta hablando de aquellas cosas que nos afectan y nos quitan de foco como problemas, dificultades, preocupaciones, ansiedades de toda índole y en cada área de nuestras vidas las cuales nos afectan emocionalmente, en lo personal, familiar, económico, académico, ministerial etc., los cuales quieren menguar nuestra fe. El pecado en cambio afecta nuestra comunión con Dios y con aquellos que nos rodean, nos afecta con la culpa, nos paraliza, nos detiene, nos imposibilita avanzar. Por ello la Biblia dice que tenemos un sinnúmero de testigos que ya corrieron y lograron vencer, ellos nos animan a que creamos que también nosotros podremos hacerlo y para ello debemos a prender a despojarnos, a entregar nuestras cargas en el primer caso y el segundo caso a confesar nuestros pecados, arrepentirnos y aceptar el perdón de Dios, a perdonar, a perdonarnos.
Ser seguidores del más grande requiere que pongamos de lado todo aquello que afecte nuestra relación con el Señor Jesucristo, que enfrentemos las dificultades y el pecado con el poder del Espíritu Santo y sobre todas las cosas nunca, nunca quitar los ojos del MAESTRO
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